“Ireland sober is Ireland stiff”
“Your battles inspired me –
not the obvious material battles,
but those that were fought and won behind your forehead.”
James Joyce
En el pasado 2
Era simple la elección, una isla que tuviera cerveza, ríos e historia. La del Hudson ya tenía dueña la misma de la que sus recuerdos intentaban escapar. Esta vez no hubo avión al cual temer, decidió lanzarse en mar como Melville lo hubiera hecho,dejando en las olas el rencor de esa salida tan inesperada de lo que parecía perfecto. Una empresa que se dedica a aceptar turistas en navíos mercantes aceptó al sujeto.
El desembarque en Manchester y de ahí llegar en trenes al destino, que deseaba no fuera el final. Pago un pequeño departamento al sur de Dublín que le parecía reconfortante desde las fotos en la red. El cuarto amueblado no necesitaba mucho, “una buena cama es lo único que necesito”, pensó. Los ahorros eran suficientes para estar ahí, la esclavitud a la que estuvo atado dos años y no detestaba le ofrecía lo necesario para vivir, pero debía buscar empleo pronto, la editorial no llamaba para indicarle si la novela se iba a publicar.
Pensó en todos los trabajos a larga distancia a los que se podía dedicar desde aquél lejano punto de casa. El exilio iniciaba ese día.
Prendió la laptop de las mil batallas y se conecto a la red a la que tenía acceso. Treinta y siete correos sin revisar, comenzó por el último que era de una vieja amiga qué le ofrecía empleo como fotógrafo de paisajes, “¿qué tan difícil es tomar fotos de ese tipo?, después de todo ella me enseñó” se preguntó, mientras se daba cuenta que las olas se quedaron con todos los rencores. Le comentó de su aventura irlandesa sugiriendo paisajes celtas, la respuesta fue inmediata, primer empleo asegurado. Los demás correos, en su mayoría eran de tarjetas bancarias con pequeñas deudas, pensó por un momento evitar los pagos, “al final del día ¿podrán venir acá a embargarme?”.
Tomó su chamarra y decidió adentrarse en el vecindario, ubicó tienda, cantina y súper mercado para hacer las compras necesarias, no perdió tiempo en comprar la canasta básica, cervezas y todo lo demás.
Esa ciudad siempre le había fascinado, seguramente Joyce ni siquiera se imaginaba que dónde él ahora habitaba habría edificios, pero no le importaba el puro hecho de que el autor de Ulises, hubiera postrado una mirada en ese lugar sin nada ahí le parecía asombroso.
Dejó la cervezas y lo demás en el departamento y sin tomar aire salió hacia la ciudad que Heaney describía como la parte poética de aquel país Celta. Guinness tenía que ser la próxima parada, el pub de la primera vez que estuvo en ese lejano país, “es una visita rápida para probar una pinta de Guinness como se debe”, dijo y siguió, “15 minutos, es el tiempo que debes dejar reposar una Guinness, es lo justo para dejar que la cebada se asiente y disfrutes el sabor puro de la cerveza, no sé donde lo leí o si solo lo inventé, como la mayor parte de nuestra historia”.
Una lágrima intentó salir de los ojos del sujeto, y es que recordar los ojos dorados, postrados en él mientras hablaba de cualquier historia tonta que se le venía al cerebro, era como sentir que el mundo, aquél que se derrumbaba mientras avanzaba a ese bar, estuviera forzándolo a continuar pensando en batallas perdidas.
El pub era lo de siempre, algo atascado de turistas que habían escuchado la historia que una verdadera pinta de Guinness no viajaba más de treinta metros de la fábrica a ese lugar. Pidió la pinta y tomó la sopa fría y espesa de cebada. Dos pintas más y ya con paso tambaleante salió rumbo al departamento, el nuevo hogar.
Diariamente era el ritual, despertar, prender la computadora, la notificación de “boleto tomado” jamás llegaba. Revisar correos más ofertas de empleo freelance, investigaciones para alguna casa editorial, peticiones de reportajes para la sección de viajes de dos o tres periódicos, casí a todo el trabajo contestaba de forma afirmativa.
Tres semanas después recibió la noticia de que la novela se iba a publicar y que tenía que ir a Madrid a firmar contrato. De regreso de la firma continuó con la misma rutina.
El bar de confianza era cómodo, no era propiamente un pub, le sobraba espacio, el rugby se convirtió en un pretexto para ser más frecuente en el bar, Leinster era la dicha de toda la ciudad, la pasión deportiva se volvió su refugio dentro del exilio, ahí gritaba todo lo que no podía gritarle al mundo.
Esa noche en la que el equipo local disputó la final, salió del bar antes de que todos comenzarán a salir, caminó entre el bullicio que era total en esas calles lejanas, tomó sus audífonos y los colocó de forma específica para evitar cualquier interrupción.
Hendrix abrió la noche y la cerró en el camino a casa:
“I didn’t mean to take up all your sweet time,
Ill give it right back to you one of these days.
I said I didn’t mean to take up all your sweet time,
Ill give it right back one of these days.
And if I don’t meet you no more in this world
Then ill, I’ll meet you in the next one and don’t be late, don’t be late.
Cause Im a voodoo chile, voodoo chile,
Lord knows Im a voodoo chile, hey hey hey.
Im a voodoo chile, baby.”