Al borde de la guerra…

El otro día presumía majestuosamente el hecho de que tuve un pequeño vistazo al como seremos testigos del fin del mundo. Le contaba a mis amigos que todos lo veremos por la televisión, tal vez decida comer palomitas (aunque no soy de los que comen muchas palomitas), definitivamente estaré sentado en mi sillón favorito y seguramente tendré una cerveza en mano (espero estés tú a mi lado). En fin esta parte de presenciar un temblor con 50 segundos de anticipación en la comodidad de mi cama, fue algo que realmente me generó miles de ideas y de conceptos de como será el fin del mundo. Recordé la película de Wenders. Que inicia así: “1999 was the year that the Indian nuclear satellite went out of control.”

Días después los Norcoreanos deciden que quieren iniciar una guerra contra los Coreanos y mi imaginación lanzó la siguiente frase en mi cerebro. “2013 was the year that the North Corea  supreme leader went out of control.” Espero sea solamente mi imaginación y mis ganas de que cuando el mundo se acabe pueda bailar junto con alguien en los minutos finales y dar un trago de cerveza en esos últimos segundos.

Mientras tanto…

Posted in Lado B | Leave a comment

Un Heterónimo (En el pasado, todavía más pasado 2)

“lo que era un recuerdo y creíamos que era una emoción;
y el mar en todo, llegando allá, rumoroso y fresco,
del gran fondo de toda la noche, a agitarse fino en la playa,
en el decurso nocturno de mi paseo a la orilla del mar. 

Fernando Pessoa

Está en tu sangre, dijo la mujer mientras se colocaba el sostén en sus perfectos senos, eres un ser que contiene muchos seres, sé que todos me aman, no me queda duda. Pero esa explosividad siempre me da miedo, ¿no tienes un heterónimo que sea menos tú? El sujeto se encontraba hipnotizado mientras ella se colocaba la crema en su suave piel. Las palabras entraban al cerebro aturdido por el ritual hipnótico de colocarse lentamente en cada centímetro de piel ese rocío cremoso. El sujeto almacenaba las palabras en el cerebro para analizarlas después de que ella dejara el acto hipnótico.

Recordó el día que le habló de Pessoa, sus heterónimos y de como desarrolló cada uno de ellos para crear su obra, Portugal era de esos países que sabía él se volverían parte de “los viajes” en algún momento de la historia, y es que a veces no hace falta estar ahí para llevarla a viajar. Es un país maravilloso, no sé si decirte que Pessoa era digno de pertenecer a esas tierras o si esas tierras eran dignas de que Ricardo Reis, uno de sus heterónimos, haya pertenecido a aquel mundo peninsular. Algo es cierto Portugal no sería lo mismo sin la poesía que dejó Pessoa al universo. Le contaba todo esto con una copa de Oporto en la mano y su piel toques ligeros en su piel desnuda.

“Un heterónimo menos tú” azotó la idea en su mente, esta idea de arrancarse para lograr un personaje que sea diferente. Las palabras dieron vueltas la siguiente hora mientras se quedaba postrado en cama. La puerta se abrió, era ella que lo vio ahí tirado mirando al techo. Ella se acercó lentamente a ver que miraba, él no movió la vista de ese punto imaginario que veía en el techo. La pregunta obligada era, ¿qué haces?, el sujeto sin mirarla aún comenzó a pronunciar palabras, palabras que solo podía pronunciar casi gritando.

Te amo en esta lejanía estúpida

Mientras me pierdo en este espacio blanco,

Que no hace más que recordarme tu ausencia,

Durante las primeras horas de la mañana,

Te amo porque deje de hacer otra cosa,

Te amo en este otro cuerpo que también me pertenece,

Y  que estará lejano de ti por siempre,

Porque aunque esté aquí, está lejos de ti.

Es lo que te dice este heterónimo tirado que al no poder tocarte te grita, porque mi amor por ti nunca será demasiado. Dijo el sujeto mientras la mujer se iba desnudando.

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | 1 Comment

El exilio celta un viaje a Madrid. (lo anterior parte 3)

Un día más me quedaré sentado aquí,

en la penumbra de un jardín tan extraño
Santiago Auseron (Juan Perrro)

Era la primera vez que haría este ritual al que esperaba acostumbrarse, la primera novela que publicarían de ese sujeto, curiosamente no sería publicada en su país. La casa editorial española le citó después de 3 semanas de enviarla con su amigo de aquél país ibérico.

Programó el viaje de tal forma que ningún aeropuerto estuviera en su camino, autobus, tren, otro autobus y Madrid; las ventajas de que un continente esté organizado como estaciones radiales pensaba. El hospedaje en la capital de España no era complicado, un pequeño hotel ubicado a tan solo unas cuadras de La Puerta del Sol, la primera vez que estuvo por allá le había fascinado la atención y el servicio de aquél lugar.

El medio día y el ambar del sol se posó justamente por arriba de la puerta del sol, mira ese rayo y se preguntó “¿en dónde estás?, tendrías que estar aquí en la firma del primero”. Caminó por la Plaza Mayor, se movió por los lugares turísticos comunes y de alguna forma terminó en el Real Jardín Botánico. Miró el reloj y aún quedaban un par de horas para la cita con la casa editorial, decidió entrar en aquél lugar que le recordaba mucho a una canción, que seguramente si estaba inspirada en ese lugar.

Las estatuas formadas en el pasaje principal le invitaba a hablarles, intentar conocerlas, recreó diálogos como: “entonces llevas aquí tres siglos, ¿la espera vale la pena?”. Sonreía continuamente de imaginar las respuestas. Seguramente las mismas estatuas pensaban que ese sujeto estaba loco.

Miró una vez más el reloj color “hoja de menta” y se dirigió a su cita. Con la puntualidad inglesa que le caracteriza, esa que ella utilizaba de pretexto para compararlo con James Bond, aunque el jamás se atrevió a corregir que al personaje de Fleming le valía tres pepinos ser puntual.

La reunión fue corta detalles menores con respecto a la publicación, tiraje y distribución le fueron acotados el cheque que recibió no era nada malo, por lo menos le serviría para rechazar alguna de las múltiples ofertas de freelance que recibía.

De regreso en la habitación de hotel se sentó a llorar, el cheque y el contrato en las manos le causaban emoción, pero no había nadie con quien celebrar tal vez lo único que podía festejarse en ese momento de su vida. Tomó todas sus cosas, hizo su salida del hotel y se dirigió a la terminal de autobuses. el destino París, después a Londres en tren y de ahí a su exilio.

Mientras esperaba el autobús  recordó el Jardín Botánico, “un día más me quedaré sentado aquí”. Se dio cuenta de que era eso, una estatua más en esperando. Colocó sus audífonos y enfiló nuevamente a su exilio.

Posted in Los Viajes Cortos | Tagged , | 1 Comment

París: los trucos de magia de la luz

In  your eyes the light the heat,

In your eyes I am complete…

Peter Gabriel

Así era llamada desde el siglo pasado ‘La ciudad de la Luz’, las historias eran infinitas, el sujeto podía contar una en cada esquina mientras ella y sus labios cerrados comenzaban a fotografiar cualquier paisaje que se se encontrara a la redonda, cuando el preguntó a dónde quería ir, ella reviró con el primer golpe del día, “hagamos como Cortázar”, dijo, “busquemos de la mano esa fraseAndabamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos’, caminemos por París al azar y a ver que nos encuentra”.

“Es tan perfecta que cuando Hitler toma Francia pide que no se destroce una sola esquina, da un tour completo de un día y terminando le dice a sus arquitectos Speer, Giessler, ha sido un sueño conocer esta ciudad, pero que estaba seguro que Berlín sería aún más perfecta”, le contaba el sujeto a la chica de la cámara y la playera de James Dean, él se le quedó observando como a ella le gustaba que la mirase, era como si la estuviera desnudando en plena ciudad, después de unos segundos la máquina bucal de la bella sacó las siguientes líneas en sus perfecto inglés, “I wasn’t sure you were the same. Let’s see, the last time we met, Ilsa says, Was La Belle Aurore, Rick Says. Ilsa again, How nice, you remembered. But of course, that was the day the Germans marched into Paris. And Rick replies, Not an easy day to forget. I remember every detail. The Germans wore gray, you wore blue.” Ella se acercó a depositarle un beso en los labios, “a mi también me gusta recontarte tus historias”, le dijo la máquina bucal mientras se daba media vuelta.

Eran esos los momentos, no otros, por los que toda esa historia había valido la pena, esas pequeñas sorpresa que ella le daba siempre. El regreso al cuarto de hotel se debía a que la hora de la cena se acercaba, al sujeto se le había ocurrido hacer una reservación en un restaurante de renombre de aquella ciudad francesa. “un rato de pretención, no le hace daño a nadie pensaba”. 

Entrando al cuarto fue el magnetismo inmediato, el recital de Casablanca no podía quedar impune pensaba era su turno de hacerle volar, comenzó a besarle lentamente cada centímetro de labios que se le ocurría, ella comenzaba con los ligeros gemidos que indicaban que el camino era el correcto. Lentamente sus labios fueron deslizándose por las mejillas y las mandíbulas de la mujer que solo cerraba los ojos, el sabor a sal en todo el cuello, excitó aún más al sujeto que comenzaba a recorrer con las manos todas las partes que la ropa le cubría a aquella dama, la playera de Dean comenzaba a estorbar de muchas formas el camino que el sujeto llevaba con sus labios y punteaba con la lengua, ella en algún movimiento mágico eliminó a ‘el rebelde sin causa’ de la ecuación. La lengua punteaba lo que los labios marcaban era como dejar el rastros preciso en una expedición por el mapa del tesoro, ‘migajas de pan’, vaya. Los pantalones de ambos ya se encontraba en el piso de aquél cuarto, tirados uno tras otro en camino a la cama de aquella habitación de hotel. Las manos del sujeto manejaban con mucho cuidado cada sección de la piel de aquél monumento de mujer, como si de cerámica china antigua se tratase. Otra vez como por arte de magia los últimos restos de ropa desaparecieron de ambos, piel a piel, era lo único que había en ese rincón parisino, el sujeto intentaba impregnar una página más de su historia sobre la piel de su amada.

La siesta, la ducha lo que siempre va después de ese espacio en el que se ama con la piel, “el traje estilo Bond”, le decía ella cada que lo volteaba a ver en el porta trajes desde México. Como siempre el sujeto estaba listo con bastante más anticipación que la mujer, para esos casos tenía un ritual, prender el televisor y observarla toda a ella, desde la colocación de bragas, sostén, el ritual de la crema en cada pierna y brazos, la selección de cada prenda con mucho cuidado.

En ese momento un vestido color esmeralda se enfundó en la piel de ella, los últimos detalles de maquillaje y su cabello suelto marcaron el final del ritual de ponerse aún más bella. El sujeto se colocó el saco, y apago las luces de la recámara y salieron, el sujeto aún no se colocaba las gafas. Saliendo del hotel un auto que fungía como limusina los esperaba para ir a Le Meurice, al llegar al lugar el sujeto no soportó seguir viendo borrosa la noche y colocó sus gafas. La mesa reservada tenía una excelente vista de la ciudad y justo caía una luz sobre aquel lugar en el restaurante. Tomaron asiento cuando el sujeto no pudo pronunciar otra palabra, “¿qué te pasa?” preguntaba la mujer al otro lado de la mesa, “tus ojos son ahora verdes”, el efecto de los cristales verdes impregnados en el iris ambar, opacó ese color con el reflejo del vestido y esa luz tan perfectamente bien colocada en aquel lugar de ‘la Ville lumière’.

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment

El Origen (primera parte)

…and I kissed you in a style Clark Gable would
have admired (i thought it classic)

The Postal Service –  Clark Gable 

En el pasado… todavía más pasado

Tenía muchos años de no estar en una cabina de radio, la apeste a alcohol que le invadía era perceptible a unos cuantos metros de distancia, esto de ser invitado a programas de radio era algo a lo que no estaba acostumbrado y por la misma razón era difícil rechazarlo.

La cabina era como todas las cabinas, todo acojinado una alfombra que le invitaba a recostarse en el piso, sacó su teléfono del bolsillo y observo que podía tener 15 minutos efectivos de sueño, se sentó en el piso y continuación se recargó en uno de los muros acojinados de la cabina. Justo en el momento que comenzaba a dormitar alguien abrió la puerta, “¿qué haces aquí?”, preguntó una voz cuyo ritmo intuyó era el de la locutora en turno, sin abrir los ojos contestó, “espero programa de radio es exactamente en 20 minutos ya agradecería se me dejara dormir un poco más”, “Aquí hoy no hay programa de radio, es música continua”, dijo la voz de aquella mujer, los ojos del sujeto se abrieron, en automático enfocó hacía donde el sonido salía emitido, “es una buena broma ¿verdad?, tú eres la locutora”, articuló aún tirado en el piso. “No, no soy la locutora yo produzco aquí y no, tampoco es una buena broma”,  hizo una pausa en lo que el sujeto se iba levantando del piso, “el programa es por la noche”.

Después de 5 minutos insistiendo en que le habían dicho que el programa era en ese momento, se dio por vencido, “entonces sólo llegue 12 horas más temprano”, la discusión se volvió mero pretexto a los dos minutos, la máquina bucal que le negaba que la cita fuera a esa hora, le había cautivado con el segundo NO. El sujeto completamente derrotado por los argumentos de aquella voz tan precisa en la selección de palabras le derrumbó.

Justo cuando había decidió comenzar a irse, un rayo de sol se filtró por la ventana y se colocó justo a la altura de la mirada de aquella voz que se convirtió en un par de ojos con “una mirada que creaba universos”, pensó. El tipo con olor a crudo se detuvo un momento a contemplar los ojos de aquella mujer que tampoco dejaba de verlo a los suyos, “cásate conmigo” susurro el sujeto mientras trataba de memorizar esa mirada. Una risa franca salió desde lo más profundo del aquella mujer, que se animó a decir un “¿qué ofreces?”, pensando que no era enserio, “aventuras, muy divertidas todas”, contestó el sujeto sin titubear un maldito segundo.

La plática continuó en una café cercano, cada palabra que emitía aquella hermosa voz se iba tatuando en el cerebro de aquél sujeto.

El día, la tarde y parte de la noche cayeron como agua, la hora para llegar al programa pasó entre retazos de pasado de ambos, aficiones, historias vividas por ese sujeto, lo que los ojos habían visto en su paso por el mundo, música y uno que otro momento a futuro.

Echaron a andar rumbo a la cabina, la plática continuaba, en algún momento el sujeto se detuvo y ella siguió la pausa. El beso fue largo, no en minutos, tal vez solo eran siglos de desesperación, el tacto de los labios de aquella mujer le recordó al sujeto las gomitas de azúcar que le solía dar su padre mientras veían la televisión juntos, esas que él, para disfrutar el sabor, no mordía solo remojaba con su lengua y sus labios.

Justo en ese momento supo, que no quería probar jamás nada más rico que esos labios.

Posted in Los Viajes Cortos | Leave a comment

El exilio Celta (lo anterior parte 2)

“Ireland sober is Ireland stiff”

“Your battles inspired me –

not the obvious material battles,

but those that were fought and won behind your forehead.”

James Joyce

En el pasado 2

 

Era simple la elección, una isla que tuviera cerveza, ríos e historia. La del Hudson ya tenía dueña la misma de la que sus recuerdos intentaban escapar. Esta vez no hubo avión al cual temer, decidió lanzarse en mar como Melville lo hubiera hecho,dejando en las olas el rencor  de esa salida tan inesperada de lo que parecía perfecto. Una empresa que se dedica  a aceptar turistas en navíos mercantes aceptó al sujeto.

El desembarque en Manchester y de ahí llegar en trenes al destino, que deseaba no fuera el final. Pago un pequeño departamento al sur de Dublín que le parecía reconfortante desde las fotos en la red. El cuarto amueblado no necesitaba mucho, “una buena cama es lo único que necesito”, pensó. Los ahorros eran suficientes para estar ahí, la esclavitud a la que estuvo atado dos años y no detestaba le ofrecía lo necesario para vivir, pero debía buscar empleo pronto, la editorial no llamaba para indicarle si la novela se iba a publicar.

Pensó en todos los trabajos a larga distancia a los que se podía dedicar desde aquél lejano punto de casa. El exilio iniciaba ese día.

Prendió la laptop de las mil batallas y se conecto a la red a la que tenía acceso. Treinta y siete correos sin revisar, comenzó por el último que era de una vieja amiga qué le ofrecía empleo como fotógrafo de paisajes, “¿qué tan difícil es tomar fotos de ese tipo?, después de todo ella me enseñó” se preguntó, mientras se daba cuenta que las olas se quedaron con todos los rencores. Le comentó de su aventura irlandesa sugiriendo paisajes celtas, la respuesta fue inmediata, primer empleo asegurado. Los demás correos, en su mayoría eran de tarjetas bancarias con pequeñas deudas, pensó por un momento evitar los pagos, “al final del día ¿podrán venir acá a embargarme?”.

Tomó su chamarra y decidió adentrarse en el vecindario, ubicó tienda, cantina y súper mercado para hacer las compras necesarias, no perdió tiempo en comprar la canasta básica,   cervezas y todo lo demás.

Esa ciudad siempre le había fascinado, seguramente Joyce ni siquiera se imaginaba que dónde él ahora habitaba habría edificios, pero no le importaba el puro hecho de que el autor de Ulises, hubiera postrado una mirada en ese lugar sin nada ahí le parecía asombroso.

Dejó la cervezas y lo demás en el departamento y sin tomar aire salió hacia la ciudad que Heaney describía como la parte poética de aquel país Celta. Guinness tenía que ser la próxima parada, el pub de la primera vez que estuvo en ese lejano país, “es una visita rápida para probar una pinta de Guinness como se debe”, dijo y siguió, “15 minutos, es el tiempo que debes dejar reposar una Guinness, es lo justo para dejar que la cebada se asiente y disfrutes el sabor puro de la cerveza, no sé donde lo leí o si solo lo inventé, como la mayor parte de nuestra historia”.

Una lágrima intentó salir de los ojos del sujeto, y es que recordar los ojos dorados, postrados en él mientras hablaba de cualquier historia tonta que se le venía al cerebro, era como sentir que el mundo, aquél que se derrumbaba mientras avanzaba a ese bar, estuviera forzándolo a continuar pensando en batallas perdidas.

El pub era lo de siempre, algo atascado de turistas que habían escuchado la historia que una verdadera pinta de Guinness no viajaba más de treinta metros de la fábrica a ese lugar. Pidió la pinta y tomó la sopa fría y espesa de cebada. Dos pintas más y ya con paso tambaleante salió rumbo al departamento, el nuevo hogar.

Diariamente era el ritual, despertar, prender la computadora, la notificación de “boleto tomado” jamás llegaba. Revisar correos más ofertas de empleo freelance, investigaciones para alguna casa editorial, peticiones de reportajes para la sección de viajes de dos o tres periódicos, casí a todo el trabajo contestaba de forma afirmativa.

Tres semanas después recibió la noticia de que la novela se iba a publicar y que tenía que ir a Madrid a firmar contrato. De regreso de la firma continuó con la misma rutina.

El bar de confianza era cómodo, no era propiamente un pub, le sobraba espacio, el rugby se convirtió en un pretexto para ser más frecuente en el bar, Leinster era la dicha de toda la ciudad, la pasión deportiva se volvió su refugio dentro del exilio, ahí gritaba todo lo que no podía gritarle al mundo.

Esa noche en la que el equipo local disputó la final, salió del bar antes de que todos comenzarán a salir, caminó entre el bullicio que era total en esas calles lejanas, tomó sus audífonos y los colocó de forma específica para evitar cualquier interrupción.

Hendrix abrió la noche y la cerró en el camino a casa:

“I didn’t mean to take up all your sweet time,
Ill give it right back to you one of these days.
I said I didn’t mean to take up all your sweet time,
Ill give it right back one of these days.
And if I don’t meet you no more in this world
Then ill, I’ll meet you in the next one and don’t be late, don’t be late.
Cause Im a voodoo chile, voodoo chile,
Lord knows Im a voodoo chile, hey hey hey.
Im a voodoo chile, baby.”

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment

New York… parte 1 (Chelsea Nights)

I remember you well in the Chelsea Hotel,
you were talking so brave and so sweet,

giving me head on the unmade bed,
while the limousines wait in the street.

Leonard Cohen  en voz de Rufus Wainwright/ Chelsea Hotel No.2

Era el primer viaje después de la reunión con tintes celtas. El miedo a los aviones era evidente después de echarse el tercer trago de whiskey en pleno vuelo, la inmortalidad todavía no era suya y el temor a que cualquier catástrofe ocurriera, siempre estaba presente. “Por qué tanto whiskey”, preguntó ella, “Es por el puro hecho de que esta malta me recuerda a tus ojos, ya sabes el color”, dijo el sujeto que poco a poco caía relajado por el efecto somnífero de aquella ‘agua de vida’.

El aterrizaje fue en el aeropuerto nombrado en memoria de aquél presidente baleado en Dallas, J.F. Kennedy, “a estos sujetos les gustan las tragedias”, pensaba el hombre que se echaba arrastraba las maletas por el aeropuerto.

La mujer de los ojos mágicos no podía ocultar la emoción de volver a pisar esa ciudad, tal vez la todo radicaba en que no conocía las historias que aquél sujeto podía susurrarle al oído, mientras ella devoraba cada edificio con su Cannon.

La llegada al hotel tuvo la bienvenida a la gran manzana como se merece, bragas rotas y un par de horas de sueño para eliminar el jet-lag que el sexo no había podido eliminar, apenas caía la noche en Manhattan y esa era la perfecta señal para salir de aquél cuarto de hotel que les estorbaba, el primer viaje juntos después de muchos años. La salida era obvia para el sujeto tomar el tren hasta la estación más cercana al ‘Chelsea’, sus mejores líneas estaban ahí. Caminar por la 23rd hasta entrar justo entre la séptima y la octava avenida de aquella gran ciudad y toparse justo enfrente de ese gran edificio rojo de ventanas grandes y una letrero de neón que dictaba ‘Hotel Chelsea’.

La cámara de la dama no se hizo esperar, cada click era para captar ese momento frente a ese edificio que para el sujeto significaba mucho, rara vez se atrevía a tomar fotografías de él, pero en esta ocasión tenía que hacerlo; los disparos de la cámara iban saliendo mientras el sujeto recitaba la letanía de personas importantes que alguna vez pisaron aquella misma calle por la que ellos caminaban. “¿Te imaginas la ambulancia ahí, recogiendo los cuerpos de Syd y Nancy o a Warhol saliendo con Nico mientras Lou Reed y el resto de los Velvet Undergrounds estaban arriba en su cuarto inyectándose hasta el yeso de las paredes?” La mujer estaba más divertida viendo el rostro emocionado del sujeto que estaba ahí platicando cada detalle de cada anécdota que sabía del Chelsea.

Él viéndola entre disparo y disparo, solo podía sonreír. Era verla plena pensaba;  esperar que en cualquier momento saliera el fantasma de Keith Moon arrastrando los pies en busca de alguna licorería para comprar tres litros más de Vodka.

Después de la larga noche de fotos en el Chelsea Hotel, Manhattan merecía más miradas, enfilaron por la misma calle hacía el mismo tren y la Gran Manzana se les volvió su habitación de hotel por las próximas doce horas, esas mismas llenas de sudor gritos y uno que otro flash.

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment

El reloj (lo anterior parte 1)

My lady can sleep
Upon a handkerchief
Or if it be Fall
Upon a fallen leaf. 

Leonard Cohen

En el pasado 1…

 

Odiaba la poesía, para él era la más grande desesperación del hombre llevada en letras. No era amor o mejor dicho era amor derrumbado en palabras que rara vez tenían ecos en los oídos correctos. “Por eso los grandes poetas cogen mucho” le dijo en alguna plática de cama, siempre tiran letras de las que otras mujeres se enamoran menos a la que buscan enamorar.

El regreso de La Habana se había postergado más de lo necesario, un viaje de una semana se volvió de tres, la novela en turno lo exigió así. La Floridita era su refugio, siempre de pie como Hemmingway y siempre con un Daiquirí para adentrarse más en el personaje, un copycat mexicano del escritor gringo, pensaba.

Leonard Cohen apareció en las bocinas de aquel local, contempló como siempre aquel mural que estaba justo enfrente de la barra, un paisaje de Cuba que podía ubicarse desde cualquier punto de esa isla. Miró el reloj color ‘hoja de menta’, decía el catálogo, una vez más para ver cuantas horas le quedaban de estancia en esa isla que hasta hace unos años parecía haberse pausado en los años 50’s, ahora podías ver de vez en vez Mercedes-Benz paseándose por algunos lugares de aquel paraíso.

Regresó a la idea de los poetas y se imaginó a Cohen recitando al oído de alguna mujer en El Plaza de Nueva York, mientras la mujer se va desnudando y va tirando los cueros caídos del cantante en la habitación, inmediatamente le vino a la mente el mismo Cohen recitando exactamente la mismas lineas 50 años antes en el Hotel Chelsea, de esa Gran Manzana, mientras una mujer de la misma cantidad de años, digamos 28, se iba aflojando las bragas mientras el poeta apagaba el cigarrillo en el piso de aquel cuarto. Las dos imágenes de Cohen le resultaron fascinantes mientras se llevaba el resto del Daiquirí a la garganta.

Una vez más el reloj se mostró antes sus gafas, sonrió porque era lo único que le había dejado aquella mujer que simplemente estaba en una pausa necesaria. Acarició el reloj como si se tratara de una extensión de aquella muñeca marcada de cicatrices, recordó esa promesa, “conmigo tendrás la última cicatriz, y no será ahí”.

Hemmingway tenía razón, para no terminar rebotando de borracho en ese bar después de cinco Diaquirís era beber de pie, tomó la maleta la echó al hombro dejó los dólares que le sobraban, más de lo que la cuenta exigía, y enfiló a la salida de aquél mítico bar.

El taxista intentó la charla acostumbrada, pero el sujeto no tenía tantas ganas de hablar, sacó una libreta para tirar algunas líneas o ideas de la visita al bar. La página en blanco le invitó a tirar poesía y maldiciendo a Cohen, Bukowski, Girondo y demás por igual apuntó:

Es cierto que sigues siendo mi mejor invención,                                                                             Es cierto que me mata tu ausencia,                                                                                                   pero dejaste tanta presencia,                                                                                                             que sigo teniéndote aquí, en esa memoria que no se le olvida al cerebro,                                   porque va tallada en el corazón.

Esperaba en unos meses arrojar a los oídos de la única persona que le importaba siguiera su poesía y esperaba, también, que en 50 años, tal vez en otra parte del mundo le tirará a la misma persona las lineas que de la pluma fuente salían.

Salió del taxi, y volteó a ver al sol que estaba en el punto exacto de ser ámbar y ocultarse en algún lugar remoto de La Habana, extrañó los ojos; un dedo se deslizó por debajo de las gafas y limpió la lágrima justo antes de salir.

Recordó la última línea que le dijo antes de que ella saliera, con esa gran maleta roja, de su vida, “No te tardes, la cama ya te extraña”

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment

La Torre del Oro

Sevilla era una superposición de historias,

de vínculos imposibles de explicar unos sin otros.

Arturo Pérez-Reverte

El Guadalquivir se posaba en un reposo eterno, sobre sus aguas apenas unas embarcaciones pequeñas navegaban tranquilamente, los “ojos de oro” estaban postrados en la Torre del Oro, la tarde comenzaba a caer y con ello se encendían las luces que le daban ese tono elegante. La mujer de los ojos de oro sacó la metralleta, el ángulo era ese, justo el punto en el que se dejaban ver los últimos reflejos de sol sobre el agua y las primeras luces artificiales de aquel edificio histórico. Al primer clic de la cámara se vino de la primera historia que había escuchado del sujeto, “nunca guardaron oro, así se creía puesto que pocas veces se ha visto el brillo ese que las luces artificiales le dan, para tu mejor foto espera el atardecer justo cuando el sol esté en pique y la torre sea encendida, es como un milagro natural, casi tan natural como el que tus ojos traen cuando se llenan de lágrimas antes de dormir”.

Ya eran tres días sin tocar sus labios, pensó el sujeto varado en una estación antes de llegar a Sevilla, un pequeño incidente con el tren anterior lo habían retrasado 25 minutos, más las dos horas treinta que ya llevaba el viaje. El libro en turno le resultaba tedioso, tenía detalles en los ojos que aprender, el segundo viaje después del compromiso, pensó y trató de recordar si para ese viaje específico no tenía alguna regla o un trato. Sonrío pensando y recordando, toda la cantidad de tratos anteriores ya saldados. Sacó la libreta y anotó una idea que le azotó el cerebro para el próximo libro. Guardó la Sheaffer, que le había dado su padre y que a su vez le heredó su abuelo.

La metralleta Canon estaba captando cada movimiento mínimo del Guadalquivir, moviendo en ángulos perfectos para llegar hasta la Real Maestranza, ojalá estuviera él ahí pensó, seguro estaría reventando una historia a mis oídos, “Sevilla es la ciudad idónea para plantear una novela, si le sumamos fotografías sería perfecta”, recordó las palabras mientras capturaba los detalles necesarios para el primer capítulo. Era uno de los muchos proyectos acordados por viajes.

Miró su reloj color turquesa, el retraso arruinaba el momento que pudo ser ideal, guardó la metralleta y enfiló unas cuadras más adelante. Se sentó en el primer lugar disponible y pidió una Mahou doble malta. Una vez más el reloj asomó su cara al rostro de la mujer que comenzaba a morderse el labio.

Ninguna historia de Sevilla le venía a la mente de la dama, dio un trago más a la cerveza, una gitana se acercó a regalarle una flor que ella rechazó con un pequeño movimiento de cabeza acompañado de su mano con la roca en el dedo. La gitana vio el dedo y dijo “es de esas esperas que valen la pena”, coloco la flor en la mesa y marchó. Una sonrisa se asomó y tomo el clavel dejado por la gitana, buscó en su bolso una moneda y volteo a buscar a la gitana que ya se había esfumado del lugar.

El sujeto a un kilómetro de distancia aceleraba el paso al grado de llevar un trote respetable justo a un lado de una carreta que comenzaba con los paseos nocturnos de la ciudad.

El semáforo estaba en ámbar y aceleró el pasó, “justo como los ojos de ella” pensó.

Una ambulancia pasaba justo enfrente de ella al dar un trago más a la cerveza, “por esta calle llego” le dijo aquel sujeto dos días antes de partir a Madrid para arreglar los detalles de la última novela, se levantó del asiento, dejó un billete sobre la mesa y enfiló al bullicio de unos metros más adelante, el instinto periodista le hizo preparar la metralla.

Por alguna razón los ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, mientras asomaba a intentar ver algo entre todo el bullicio de morbo que ya estaba enfrente.

Justo en ese momento el sujeto se encontraba alejando a la gente para que permitiera entrar bien a los paramédicos, con la Canon en mano comenzó a tomarle fotos al sujeto.

En algún momento, las miradas quedaron fijas, ella arrancó hacía él. El primer contacto fue de labios y después un “qué pasó” el sujeto prosiguió besándole, como si la vida le fuera en ello. “Solo sé que debo dejar de ver semáforos y pensar en tus ojos al ponerse el ambar, la confianza que tengo en ellos casi me mata, seguro ella jamás los vio”. dijo mientras los paramédicos intentaban resucitar una mujer.

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment

El asedio al castillo de Osaka

The ronin could have hired themselves to new masters.

They could have fought for themselves.

But they chose honor. They chose myth.

Michael Lonsdale  /Rōnin

Siempre le gustaron las piernas enfundadas en “nada”, las piernas torneadas casi sin querer de la mujer de los ojos mágicos, el short que vestía los impresionantes muslos, apenas cubría la parte baja de los glúteos y él aprovechaba para retrasarse en el camino y poder mirar la espalda, las nalgas y las piernas de aquella preciosa criatura.

Osaka era una ciudad que descubrirían juntos, nuevamente un trabajo para la casa productora en la que ella trabajaba los había llevado a ese lejano destino, además en esta ocasión al sujeto le tocaba hacer parte del guión de ese documental, específicamente él pidió el trabajo sobre el Castillo de Osaka, la voz de ese hombre no salía de la boca del mismo, venía cómo casi siempre de alguna parte del cerebro de ella, “Antes de ti, era un rōnin, un pobre samurai que no tenía un dueño e iba por el mundo buscando algo que defender, al principio creía que eran mis letras, pero tus ojos y ese dulce sabor de tus labios me hicieron querer luchar por ti”.  El castillo se reflejó en los ojos de la mujer y un truco de magia, de esos que fascinaban al mundo, se hizo presente, los pedazos de esmeralda incrustados en el ámbar de aquellos ojos se avivaron con los colores del castillo. El sujeto capturó ese momento en su memoria. La cámara de la mujer inmediatamente comenzó a tirar, cual francotirador que no quiere errar un solo soldado enemigo enfrente; el castillo era el único contrincante, así que acribillo lo más que pudo para captar cada detalle posible de aquel fantástico edificio.

Los tejados verdes y las figuras doradas habían captado toda la atención de aquella mujer, y la voz en off apareció pero esta vez si tenía caja de resonancia fuera de su cabeza. “La última batalla samurai se dio aquí, una batalla de un año de duración que inició por letras” la cámara fotográfica convertida en ametralladora desde la llegada al recinto se detuvo un momento, no era necesario pronunciar palabra para que el sujeto entendiera que tenía que continuar la historia; al unísono la cámara y la voz comenzaron “la pronunciación de los diferentes dialectos de este país hizo que un poema dedicado a la unión japonesa, se entendiera totalmente lo contrario, aunque la verdad era que el príncipe que quiso mal enteder las palabras, quería el poder de todo el reino” el sujeto aprovechó el momento justo para colocarse detrás de ella, observarle nuevamente los muslos, subir la mirada por la espalda, y quedarse viendo la mano que daba enfoque a la cámara, la piedra brillaba y solo sonrió.

“Lo que me parece importante de la historia no es la batalla, es esa oportunidad que se le dio a muchos rōnin de tener nuevamente una razón por la cual ir a batalla, de tener dueño y de morir dignos” El sujeto se colocó enfrente de la cámara, “dejé de ser ese ‘hombre ola’ para quedarme aquí”.

Posted in Los Viajes Cortos, Uncategorized | Tagged , | Leave a comment